Ambientación y desarrollo de juego

Esta va a ser la primera entrada de una serie más o menos larga en las que vamos a explicar cuál es el sistema y la ambientación que usamos en nuestra mesa. Como todo grupo de director y jugadores hemos cambiado reglas, ignorado otras y adaptado cuanto hemos necesitado, luego lo que hacemos es el proceso de una larga evolución a lo largo de muchos años de partidas, de ensayos y errores. Si estás leyendo esto tienes libertad absoluta, como no podría ser de otra manera, para adaptar o no y hasta donde las reglas caseras, ambientación y mecánica de lo que hemos creado,

La ambientación

Llevamos muchos años jugando en la Tierra Media, más o menos desde mitad de los 90. La forma en que se presentaba, en la que los personajes vivían y sufrían ha cambiado a medido que los jugadores y director han ido madurando. Pasamos de una Tierra Media donde todo tenía cabida a otra, mucho más elaborada, de contención y consecuencias.

Empezamos jugando, en un tiempo muy muy lejano cerca del 2941 T.E. usando, con otros jugadores, los módulos oficiales de la época con la esperanza, ya en aquel entonces de jugar la Guerra del Anillo. Ya en tiempos más modernos, con otros jugadores y otras circunstancias decidimos, a finales de los 90, crear unos personajes específicos para que siguiesen el curso de los acontecimientos hasta las grandes momentos que tendrían que venir. Allí nació Sunthas Espinonegro y poco después Dîn el enano de las Montañas Blancas, llegó después Gulthar el soldado, Marcus el increíble, Adrahil el Montaraz, Forak Sangresucia y, por último, Fangril Medio Elfo.

Centrémonos en la situación histórica e iremos desgranando como irán apareciendo y desapareciendo los amigos, enemigos y personajes.

La historia

La acción comienza en el año 2988 T.E. en Gondor, gobierna Denethor II y sus hijos Faramir y Boromir tienen respectivamente 5 y 10 años. Su esposa Finduilas, hermana del príncipe heredero Imrahil de Dol Amroth ha fallecido hace tan solo unos meses, consumida por unas fiebres que ni siquiera los Maestros de las Casas de Curación han sabido detener.

El antiguo orgulloso territorio de Gondor ha comenzado a menguar, las vías de comunicación están cada vez peor cuidadas y los viajes son demasiado largos y peligrosos, la frontera Norte del Reino que llegaba hasta la mismísima Puerta Negra es, en este año, la última en ser abandonada incluyendo todos los puestos fronterizos, castillos y casas de las tierras más allá de Ithilien del Norte. La última compañía, la Tercera, recibe, en abril de ese año, la orden inaplazable de abandonar la fortaleza, Tir Nindor, pues no es posible garantizar el suministro y la comunicación desde Minas Tirith. Los pueblos que habían crecido a la sombra de los soldados de Gondor también se ven en la tesitura de continuar en tierras que cada vez serán más peligrosas o abandonar cuanto conocían y emprender un viaje con un destino incierto.

Pero, para desgracia  de la Ciudad Blanca, esto no será exclusivo de la antigua Frontera Norte sino que desde el sur, este y oeste llegan diariamente viajeros buscando un mejor futuro en la capital del reino. Los que eran capaces de dominar un oficio y eran reclamados por los poderosos Gremios del interior de la ciudad tenían la oportunidad de vivir y trabajar tras las murallas, pero si eras pobre o no conocías a quien debías tus posibilidades de vivir en la capital eran nulas. Así, poco a poco, los viajeros que no pudieron entrar se asentaron a la sombra de la muralla, en tiendas provisionales al principio, pero semipermanentes después cuando las esperanzas de vivir dentro de la ciudad disminuían y desaparecían. Y de la misma forma que la Ciudad Blanca era el símbolo de la esperanza para muchos, para otros tantos se convirtió en el símbolo de la opresión. Aquí aparecerán Grajo y La Rosa, personajes importantes para nuestra historia, pero eso será contado en otro momento.

Aquellas primeras tiendas se transformaron en decenas y luego en cientos, y luego en casas de madera y luego la Ciudad Blanca se tiñó de oscuro pues no había viajero que llegase a los Campos de Pelennor y no se observase con disgusto aquella enorme congregación de personas y bestias a los pies de la capital de Gondor.

 

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