Glorfindel, Capitán de la casa de Elrond, sabio entre los suyos. Glorfindel el allegado a Varda… Hermoso entre los elfos, el de los cabellos dorados. Afortunada raza la vuestra, que visteis la tierra lejana y habéis andado, horadado y modelado esta tierra a voluntad. Por ello también enemigos del Señor Oscuro desde el comienzo de las eras. La sabiduría adquirida durante milenios, la habilidad en la forja…. Os ha hecho merecedores de leyendas y a la vez de un triste sino… habéis perdido casi toda consciencia del mundo exterior, como árboles de raíces profundas ante una tormenta, inmutables… sois una raza poderosa, pero es en vuestra inmortalidad donde sois débiles… solo unos pocos, cercanos a la raza de los hombres nos prestan ayuda directa en esta era, muchos han partido ya. Lamento estas palabras tan duras, pero en este lugar de paz mi corazón debe hablar. Mi señor Glorfindel, el de los cabellos dorados, necesitamos vuestra ayuda.
Los hombres somos una raza débil, donde la semilla del mal encuentra con demasiada facilidad tierra fértil, nuestra vida es efímera así que muchos buscan acabar sus días con comodidad y poder. Pero hay otros mi señor, de espíritu valeroso y brazo fuerte. Os sorprendería a que temprana edad luchan día a día por esta tierra. En usûlun los veo a diario, elaborando el pan a diario, sacando el ganado a los pastos, encendiendo sus pequeños hogares. No sé si entendéis mis palabras, pero es por todos ellos por lo que estamos aquí, tan alejado de nuestros hogares, dejando la defensa de sus casas en sus manos, aquellas que nunca portaron acero.
Nuestra sabiduría en vuestras artes es ínfima, nuestra habilidad apenas hace sombra a vuestras maravillas. Pero ponemos nuestro corazón a diario en lo que hacemos, nos entregamos…. Vuestros herreros son legendarios, así lo demuestran vuestras armas y vuestra habilidad para forjarlas. Permitidme que os hable de un amigo, es herrero en Dol Amroth, un gran artesano entre los hombres, muy alejado de la habilidad de los vuestros, pero él me hizo mi primera espada, la cual no pude pagársela hasta mucho después, con ella el enemigo empezó a conocer a los usûlunis, fue el también el que forjo el Yunque de usûlun, el martillo del maestro Din, que combatiendo contra Ravambor y partió en pedazos la maldita hacha roja, acero contra acero. No es la espada, hacha o lanza lo que hace un enemigo temible, sino el brazo que la blande… y os digo mi señor que nuestro brazo es fuerte, recio e inquebrantable.
Muy posiblemente moriremos en nuestra próxima contienda, pero os digo que haremos cumplir nuestro juramento y que el enemigo oirá por última vez nuestros nombres y nos maldecirá, porque fuimos el azote de la oscuridad el tiempo que se nos dio en esta era. Dicen que la era de los primeros nacidos acaba….y pocas esperanzas en la de los hombres depositan… yo os digo que confiéis en nosotros, que nos enseñéis y os prometo que el enemigo nos maldecirá aún más y seremos un orgullo para vosotros, amigos de los hombres.
Mi señor Glorfindel, enseñarnos…. Permitid a los usûlunis en su última carga, una esperanza de victoria.