Aquellos días fueron frenéticos y la llegada del Escudero los hicieron más intensos pues se desentrañó que la Dama Ethudil había sido la causante de aquel mal y no sabían cuantos más, su brazo había sido largo y poderoso, su palabra la justa y su presencia tan intensa que no solo había engañado a los viajeros, al Escudero y al Señor Spa, sino que el mismo Olorin había creído en sus palabras. Las visiones, los libros, los amigos, a todos y todo se consultó buscando el origen y razón de un odio tan duro y sordo, pero no fue hasta que en Dol Amroth, Saerol el consejero del mismo príncipe Imrahil logró desenmarañar la terrible telaraña que la Dama Ethudil había tejido en la ciudad, pues supieron en aquella noche aciaga que Ethudil había sido y era parte de la Casa de Dor-En-Ernil y que en sus venas corría la misma sangre y vigor que por las del Príncipe y que su corazón se hizo oscuro como los abismos de Dol Guldur en una la noche en la que su esposo murió y la sombra cayó sobre ella. Así supieron que la Dama había despedido al servicio a su cargo y tomando un nuevo barco de su flota partió al sur hacía tierras lejanas, una península que traía presajios de días oscuros, sangre y acero, la península de Vamag en cuyo extremo se encontraba la capital de los Corsarios, Umbar.
En ese momento es cuando todos, Adrahil el Montaraz, Sunthas Espinonegro, Gulthar Acierto Increible, Forak, Dolin de Zarak dum, y yo, supimos que teníamos que buscarla y acabar con el peligro que acechaba a nuestras familias a nuestro poblado. Así que partimos hacia Dol Amroth donde pedimos audiencia con AMONDIL escudero del Principe. Este nos contó como marchaban las investigaciones sobre la Dama Ethudil. Tanto se había introducido en la corte y tanto había engañado que muchos habían pagado por ello un precio alto tanto como pagar con su alma, para ello nos prestamos a partir en su persecución, a bordo de un barco flotado para tal menester.
En su persecución llegamos hasta la península de Vamag, al filo sur de ella se encontraba la desembocadura de un río, con un islote en el meandro y una torre vigía, con aspecto extraño. Desde el barco contemplamos un frondoso bosque con un aura que no presagiaba nada bueno y subiendo el río se distinguía en la lejanía una ciudad. Desembarcamos, con sigilo, como siempre (aunque todos sabéis que los maestros en ello son Adrahil, Gulthar y Sunthas, que tanto Forak como el Maestro Dolin y este vuestro interlocutor somos más bien algo ruidosos…), nos adentramos en silencio en el bosque, un bosque cerrado, en el que nuestros pasos poco podíamos ocultar, pues era el único ruido que se escuchaba, la atmósfera que rodeaba al bosque nos empezó a parecer siniestra. Todos nos percatamos de que no había animales, no lográbamos ver vida alguna que no fuera la vegetal, ni siquiera aquellos que detectan con algo más con sus sentidos lograban aclararnos donde estaba la vida en ese bosque. Eso si es posible nos puso aún más alerta.
Llevábamos un buen trecho en el bosque, estaban colocados Adrahil, Gulthar y Sunthas en posiciones adelantadas, alrededor de los tres más lentos del grupo, cuando detectaron movimientos furtivos hacia nosotros, rodeándonos. Nos pusimos en máxima tensión por los gestos de los nuestros que indicaban que eran rápidos y no venían con buenas intenciones. Prestos subimos a un árbol para tener una posición más elevada. Aunque no detectábamos nada a nuestro alrededor sabíamos que estaban.
Tensos asiendo nuestras armas, casi sin respirar para no hacer ningún ruido, oteando a nuestro alrededor, intentando percibir hasta el más mínimo susurro, el más leve movimiento en el follaje, una vibración en alguna sombra que nos diese la posición de nuestros atacantes, así estuvimos menos de un minuto. Aunque nos pareció una eternidad. Cuando sin previo aviso y antes de que nadie pudiera ni siquiera mover un músculo apareció de la nada un gran felino. De unas dimensiones grotescas que tomó por sorpresa al maestro Dolin y que lo arrojó del árbol al suelo y le desgarró ya en él, con sus patas, mientras unas criaturas de tamaño infantil cubiertas con capas que mimetizaban el color del bosque, que cubrían su rostro con máscaras de madera, atacaron al resto de nosotros.
Mi decisión fue visceral, no sabía si podría enfrentarme a ese ser descomunal. Más no podía dejar indefenso al maestro Dolin, así que me arrojé sobre el felino con la esperanza de poder con él, o al menos hacerlo soltar a su presa y ser capaz de aguantar sus ataques. Mientras, los demás luchaban contras las criaturas, que silenciosamente cayeron tal y como habían llegado.
Cayeron convirtiéndose en restos de polvo y quedando de ellas poco más que sus capas y caretas. Tras esos momentos mis compañeros rodearon al felino y dieron cuenta del mismo. Yo había resistido poco más que su envite sin hacerle apenas daño.
Tras esto decidimos retirarnos hacia la torre que encontramos en la desembocadura del río. Las rodeamos estudiando sus muros con detenimiento. Buscamos algo que nos indicara como entrar. Fuimos incapaces de encontrar como hacerlo, por lo que saltamos el muro y nos introducimos en el patio interior, que estaba muy sucio y dejado.
Allí encontramos huellas de hombres que portaban armaduras y de un animal que bien podía ser el felino al que nos habíamos enfrentado. Tampoco encontramos ninguna forma de entrar, así que decidimos escalarla.
Eso y lo que ocurrió a continuación será lo que os cuente la próxima noche, dormid usûlunis y descansad que mañana tenéis que estar en forma para cumplir con vuestras obligaciones para Usûlun.