¿LA DESPEDIDA?
Era una noche de luna llena. Mileth dormía junto a Dior, el hijo nacido de su relación con Adrahil. Ya contaba con casi tres años, justo antes que Adrahil fuera con el resto de usûlunis a Rivendel. Cuando supo que estaba embarazada fue a hablar con su amiga Grajo y ella la acomodó en la casa comunal junto a ella. Grajo estaba muy contenta, había muchos embarazos en usûlun, eso significaba que su población crecía.
Pero esa noche algo la preocupaba, algo la inquietaba. Hasta el punto que el niño la observaba despierto desde su cuna. Algo iba mal, se levantó y se vistió, acto seguido vistió a Dior y se encaminó a la planta inferior para dejar al niño al cargo de una de las asistentes de Grajo. Pero al llegar a la escalera se dio de bruces con Grajo, ambas se miraron y supieron que algo pasaba, Grajo llevaba a Calabdur de la mano, el niño iba vestido para salir. Grajo miró a Dior y Mileth entendió que debía abrigar a Dior… Iban a Salir.
Al abrir la puerta exterior se encontraron a Haedrec y Tirrin, los cuatro se sorprendieron. Pero algo los había reunido. Se encaminaron, sin decir palabras, hacia la puerta de usûlun. Su paso era ligero, aunque más que ligero apremiante, una sensación extraña les incitaba a andar rápido.
Al llegar a la puerta el sargento de guardia estaba nervioso, les indicó las escaleras y ellos, no sin sorprenderse, se encaminaron hacia ellas. Cuando llegaron a la parte superior de la muralla vieron el porqué del nerviosismo del sargento.
Allí estaban Nylia y el representante de la comunidad enana, miraban hacia el bosque con ansiedad. Grajo y sus acompañantes se colocaron a su lado. Nylia se volvió hacia ellos y les preguntó: – ¿También lo habéis notado? Su rostro estaba surcado de arrugas de preocupación.
Todos estaban en silencio, pero poco a poco la muralla se fue llenando de habitantes de usûlun, todos en silencio todos con una sensación de desasosiego en sus rostros, Rion llegó con su familia, la gente les dejó colocarse junto a Nylia; ellos eran la familia de Gulthar. Todos se colocaron en la muralla, e incluso, como algo excepcional, se abrió la puerta de usûlun y muchos se colocaron en las puertas, escoltados por la guardia en posición de defensa.
Fue Calabdur el que lo vio. –Papá, gritó, pero enmudeció al segundo cuando su madre lo abrazó con fuerza. Si todos miraron hacia la colina de las cinco lanzas….
Allí había seis figuras, figuras reconocibles por todos, pero que eran atravesadas por la luz de la luna llena. Los seis se encaminaron hacia la muralla, pero en las caras de los usûlunis no había miedo, una sensación de seguridad les embargó a todos. No hubo gritos, ni carreras, todos miraban asombrados a sus queridos amigos y parientes. Grajo, Nylia y Mileth bajaron a toda prisa hacia la puerta, las gentes del lugar se apartaban a su paso; pero antes de llegar a la puerta Rion estaba junto a ellas. – Este chico está muy unido a Gulthar, le dijo Nylia a Mileth.
Las figuras se detuvieron a unos quince metros de las puertas y de las gentes que allí estaban, en ese momento llegaron Grajo y su grupo y se detuvieron en ella. Las figuras eran reconocibles, allí estaban Sunthas, Fangril, Adrahil, Forak, Din y Gulthar, aunque este portaba su yelmo en la mano.
Grajo miró a la figura de Sunthas, este se llevó la mano derecha a su colgante cerró los ojos y sonrió. Grajo notó como su colgante adoptaba un calor suave. Calabdur alargó el brazo hacia Sunthas, este lo miró y sonrió, el niño le devolvió la sonrisa, pero no hizo amago de ir hacia él como hacia siempre. La figura de Sunthas se quitó el cinturón de su espada y lo colocó a sus pies, también se quitó su colgante y lo colocó con cariño sobre la espada. Tras esto señalo a Calabdur.
El hijo de Mileth también alargó la mano, pero señalando a la figura de Adrahil, la figura se quitó la capucha y miró con una gran sonrisa a Mileth, ella empezó a llorar aunque sonreía. La figura de Adrahil la miró y se llevó la mano derecha al corazón, después se llevó los dedos índice y corazón a los labios, los besó y señalo a Mileth. Todos pudieron ver que los ojos de Adrahil se llenaban de lágrimas. También él se desabrochó su cinto besó la cruz de la espada y también la coloco a sus pies.
Nylia miraba a la figura de Din, este con lágrimas en los Ojos se mesaba su larga barba y la miraba a los ojos, su mano se alzó en un gesto característico en él cuando estaba con Nylia y le acariciaba la barbilla; Nylia se llevó suavemente la mano al mentón al tiempo que sus lágrimas surcaban sus mejillas. Y la figura de Din tomo el Yunque de usûlun con ambas manos y con la delicadeza de quien deja a un compañero caído lo depositó en el suelo.
La figura de Gulthar miraba a Rion con un brillo de orgullo en sus ojos, Rion lo miraba sorprendido por no entender la situación; la figura se llevó la mano al pecho y cerró su puño. El chico intentó adelantarse, pero Nylia lo detuvo suavemente apoyando su mano en el hombro de Rion. Se llevó la mano derecha a la espalda y retiró de ella un objeto conocido por todos. Su Ballesta, la construida por Spa. La tomo entre sus brazos como a un animal herido, señalo a Rion con ella y la depositó a sus pies.
La figura de Fangril miraba fijamente usûlun y a sus gentes, en su cara había una expresión de serenidad, alzó la mano y se despidió, y en ese momento todos, tanto las figuras de los héroes de usûlun y de los habitantes del Pueblo amurallado, alzaron sus manos en un gesto de despedida. Los rostros de los usûlunis estaban surcados de lágrimas.
En ese momento la figura de Forak se llevó la mano derecha a su querida bota de vino, miró al grupo de Grajo y seguidamente a la gente de la muralla. Con tranquilidad alzó la bota a modo de brindis, sonrió y dio un largo trago de la bota. A continuación miró a Grajo y le hizo un guiño.
Las figuras se volvieron y se dirigieron a la Colina. Pero al quinto paso la figura de Sunthas puso la mano izquierda en el hombro de la figura de Adrahil y pareció que le decía algo, la figura de Adrahil lo miró y Sunthas asintió en silencio. Las figuras detuvieron su marcha y Adrahil se volvió y se dirigió a Grajo. Le sonrió, sacó algo de su zurrón y lo coloco cerca de la espada de Sunthas, el objeto era el diario que escribía de las aventuras de los usûlunis. Luego miró por última vez a Mileth y Dior, y se volvió corriendo hacia sus compañeros. Todos partieron hacia la colina de las Lanzas. Allí se volvieron y todos saludaron a usûlun y luego al cielo… hacia una estrella brillante… La Luz de Varda.
El mensaje era claro… Ahora vosotros sois usûlun y, para la Tierra Media, usûlun será… Una Nueva Esperanza.